Capítulo 26


Interin

En el ínterin, los venecianos habían terminado y emprendieron la retirada, acompañados por una ola de aplausos. Al director no se le olvidó adornar el mutis con más bufonadas. Sus reverencias y besamanos provocaron nuevas risas, motivo por el cual los multiplicó. Cuando el grupo estaba fuera, él, retrocediendo, fingió tropezar con el poste de una farola y se deslizó hasta la puerta, curvándose bajo un dolor aparente. Allí, depuesta al fin su máscara de cómico desdichado, se enderezó de un salto, sacó desvergonzadamente la lengua en dirección al público de la terraza y se escabulló en la oscuridad. Los asistentes se dispersaron; Tadzio había abandonado la balaustrada hacía rato. Pero el solitario, con gran asombro de los camareros, se quedó un buen tiempo sentado a su mesita, ante los restos del zumo de granada. La noche avanzaba; el tiempo se escurría.


Thomas Mann